A veces, uno camina por su destino con los ojos vendados...
sin tropezarnos porque conocemos el camino de memoria...
con pasos pausadamente rítmicos despegamos el polvo del piso para cambiar su ubicación en el aire sin ser notados, miles de partículas se elevan y chocan unas con otras tendiendo a una inercia gravitacional volviendo a caer nuevamente al piso pero en otra ubicación despues de haber sido arrastrados por la suela de nuestros zapatos.
La vida es tan particular como esas pequeñas partículas de polvo.
Los elementos del camino intentan coincidir en sus interevalos de choque sin notar la armonía ejemplificada en su caminar.
CAMINOS FLOREADOS
Caminamos sin mirar, por un camino lleno de flores, mientras más flores existan a nuestro alrededor menos las vamos a mirar, extenderemos la mirada hacia un punto infinito, henos ahí, rodeados de flores...
nuestra presencia es indispensable para su existencia y sin embargo nuestro metro cuadrado y nuestro camino hacia ese punto genera destrucción.
Miremos nuestros pies y veamos cuantas flores yacen apelmazadas y sin pies bajo los nuestros.
Pese a que nos rodeamos de belleza y pese a que divisamos el infinito para captar la totalidad del evento, no bajamos la mirada, no ponemos atención a nuestros daños.
No somos concientes de los daños porque ignoramos lo que se siente tener una ausencia paulatina de CO2.
No todos podemos ser flores.
P.V.
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